Creo que el título de esta entrada deja bastante claro de lo que voy a tratar hoy. No obstante, para los que no lo sepáis y queráis ir pensando en un bonito regalo, os diré que en algo más de un mes dejaré el tierno dos para entrar en un maduro tres. Un número que se transforma en otro y que me acompañará los próximos diez años.
La verdad es que no tengo ningún apego al dos y creo que el tres me va a sentar mejor. El tres es un número curvo y sexy, se puede convertir en una E con sólo reflejarlo y cuenta historias tan bonitas como la de los tres cerditos, así que puede que él y yo vivamos unos 10 años maravillosos.
El caso es que hoy he estado pensado en esas listas de propósitos y sueños por cumplir que suele hacerse la gente, la cual suele tener una fecha de caducidad amenazando su consecución, y me he dado cuenta que la barrera de los treinta es una de las más cortantes. A menudo reside en ella la diferencia entre sentirse un fracasado o una persona de éxito. Tener un hijo, o dos; un buen trabajo; tener el pack: casa en la ciudad y en el playa...y miles de cosas que parece que si no se hacen antes de una edad ya no tienen validez. Aunque es verdad que ahora esa barrera se está desplazando hacia la derecha (como está pasando en España, ejem) y cada vez se acerca más al número cuatro, otro gracioso dibujo que se asemeja a una silla, ¿quizás por ser el momento de descansar?, lo siento pero creo que no, los cuarenta de ahora son los treinta de antes, así que los treinta deben ser los veinte, ¿pero quién quiere volver a los veinte?, yo desde luego no, ahora me siento mucho más segura de mí misma y he aprendido a quererme, la chica de los veinte no sabía, era una analfabeta emocional, así que me quedo con los antiguos treinta.
Ya están aquí y he decidido repasar cómo imaginaba la niña carligochi a la treintañera carligochi, ¿y la adolescente carligochi?, todas esas carligochis pensándose a si mismas en un futuro, ¿alguna acertaría? Probablemente no, los sueños cambian, nosotros cambiamos y la importancia de las cosas se desdibuja ante nuestras narices al toparse con la vida real, lo que era importante para la niña carligochi no lo es para la “adulta carligochi”. Aparecen nuevos sueños, nuevas metas e ilusiones que nunca habías imaginado tener. Seguramente, si todo nuestro mundo no cambiase chocaríamos una y otra vez con la frustración de no hacer realidad todo lo que imaginábamos, nos quedaríamos estáticos y sin luz, seríamos unas personas aburridas y sosas atadas a la losa de sueños inconcluso. ¿Cuál fue tu primer sueño?, ¿se ha cumplido?, una vida basada en ese sueño sería una vida muy dolorosa, siempre y cuando no se haya cumplido, claro.
Empecemos con la niña carligochi, tan rosa y blandita como mimosín, que no como la mierda de pavo... ¿Con qué soñaba tan semejante inocencia?.
La niña carligochi se imaginaba a los treinta con una casa enorme, repleta de niños de todos los colores y sabores (perdonarme por esta frase tan políticamente incorrecta, pero es así). Pero no sólo de niños vivía esa carligochi, sino que en su enorme mansión también habitaban todos los animales habidos y por haber, especialmente perros, a modo de refugio. Ningún niño sufre, ningún animal es abandonado, la niña carligochi tiene un hogar para ellos...Obviamente no hay ni niños de todos los colores, ni un refugio de animales. Aunque si que he saboreado el placer de sentir el amor incondicional de Krisis, mi perra fiel y antisocial que tanto se parecía a mí.
Ahora le toca a la carligochi adolescente, tan rebelde e inconformista como pasional y alocada.
Este punto si que es difícil porque esa carligochi cambiaba su futuro tan rápido como se enamoraba y se desenamoraba de los personajes más variopintos.
Una de las carligochis adolescentes se imaginaba viviendo en un loft en el centro de Madrid, independiente, con una carrera de éxito y miles de amantes en sus paredes.
Otra imaginaba que vivía una historia de amor tan pura como Mathilde en “El Marido de la Peluquera”. Creo que ésta es la más auténtica de las carligochis. Se imaginaba que alguien se enamoraría de ella y bailaría cada noche bajo las estrellas, pero que ese amor tan puro no podría ser eterno, y acabaría muerta a los cuarenta años con una preciosa historia de amor...Ya os he dicho que era muy dramática y pasional. Tanto, que otra de las carligochis imaginaba su vida como la de Mimi en “Lunas de Hiel”. Esa pasión desenfrenada, el sexo como motor del mundo. El catalizador de todas las pasiones dominando su vida. Amor, dolor y pasión girando sin control...Otra vez una carligochi pasional y dramática.
Pero también había una carligochi un poco más centrada en su desarrollo profesional, la cual se imaginaba así misma escribiendo guiones tan mágicos como los de Patrice Leconte, el sueño de escribir y dar vida a tu sueño en la gran pantalla, dos pasiones creando una nueva realidad. Y todo ello con un montón de pequeñas carligochis sonriendo descalzas. Carligochi siempre ha querido ser madre y tener sus propias Elena, Alba y Carla. Tantas horas imaginando todo lo que las enseñaría, cómo las educaría, cuánto amor brotaría de su corazón al multiplicarse en nuevos seres, seres a los que amar.
Estas carligochis en realidad cumplieron parte de sus sueños, el amor desgarrador de los 17, el despertar sexual y su pasión incontrolable. La perversión del amor encontrado. Todas ellas conviviendo durante años en un mundo quizá algo fantástico y dramático, pero que hacía que me levantase todas las mañanas de la cama pensando en ti.
Luego apareció una carligochi un poco más adulta y más dolorida, y empezó a darse cuenta de que lo que ella quería era hacer la maleta y vivir en un mundo azul. Lejos de todo y cerca del mar, con el viento como compañero, y así lo hizo. La carligochi que va a cruzar la barrera del dos está cerca del mar, todavía no tiene esas pequeñas carligochis, pero las tendrá; no ha vuelto a sentir el calor de una “carita de bola”, pero estoy segura de que volverá a tener otra Krisis. Vivió su historia de amor atormentada y pasional, y está volviendo a revivirla. No tiene ni oficio ni beneficio, pero ha vuelto a escribir y no se preocupa tanto por el mañana, la vida es esto, ahora estoy aquí. Los sueños han cambiado, las metas ya no son las mismas, ya no hay metas que puedan volver a frustrarme. Le damos tanta importancia a las cosas que cuando no las conseguimos nos hacemos pequeñitos, tanto que podíamos vivir en el bolsillo de una chaqueta; pero las cosas son sólo cosas, los sueños sueños son y nosotros somos mucho más que lo que tenemos, somos el resultado de un millón de acontecimientos y de personas que nos han formado y deformado una y otra vez, somo animales metamórficos y no tenemos que tener miedo por eso. Que no hayamos cumplido lo que imaginábamos hace 10 años no significa que hayamos fracasado, simplemente algo ha cambiado o ese no somos nosotros ahora, así que Bye Bye número dos, estoy esperando al número tres y no sé que espera él de mí, pero yo desde luego no se lo voy a decir.
Se despide una carligochi entre el dos y el tres.