Hoy me he levantado con ganas de enfrentarme a una hoja
en blanco. Sin saber qué decir, ni por dónde ahogarme. He decidido abrir el open
office y dejar que mis dedos bailen al compás que más les guste.
Quiero escribir pero la felicidad me lo pone difícil…puede
que os parezca una locura, pero siempre me resultó muy fácil escribir cuando
era adolescente y mi cabeza sólo veía las injusticias del mundo, de su propio
mundo y de la “insoportable
levedad del ser”. Ahora, que me encuentro en calma, he pasado a un
nivel superior en el cual soy capaz de dejar mi mente en blanco y vivir
realmente el “carpe diem”. Cuando era
tierna y adolescente lo hice mi eslogan de vida, pero realmente nunca lo
practique. Tanto pensar en el futuro, en el qué pasará, en el mundo que me
rodeaba…espirales de ideas que no me dejaban dormir. Y, ahora que no me
acordaba de él, aparece de nuevo y me doy cuenta de que este es el momento en
el que vivo mi propio “carpe diem”, hoy se que debo practicar el “carpe diem quam minimum credula postero”.
Existe un futuro incierto
que todos descubrimos al cruzar la puerta, volviendo a crear otro futuro
incierto, pero mientras cruzo esa puerta, siento mis pies moviéndose, la
respiración de mi pecho oxigenando mi cerebro y como mi cuerpo se balancea para
descubrir el próximo futuro incierto que se convertirá en realidad palpable.
Vivo mis pasos y dejo que mis pies sientan la hierba mojada.
Así que aquí estoy, mirando
la pantalla del ordenador, descubriendo nuevas frases, plasmadas en una hoja en
blanco que se está tiñendo de negros…Es una sensación maravillosa dejar que
simplemente las ideas salgan, no sabes qué vas a decir, ni si quiera sabes que
temas vas a tratar, pero te expresas, mejor o peor, pero sólo eres tú en una
habitación sin nada dejando que tus dedos hablen, ¡me encanta!
Sin nada más que decir
porque en realidad no había nada que contar, se despide una carligochi sin
prisa con los pies mojados.