Tenía varias entradas preparadas sobre los cuidados que estoy siguiendo durante el embarazo, el colecho, la lactancia a demanda...pero de todo ésto lo podéis leer, y de manos más expertas, en muchos de los magníficos blogs sobre "crianza natural", crianza respetuosa, que hay.
Así que he decidido dejar que mis dedos bailen a su ritmo y mi cuerpo gire al compás que ella marque, "como deseéis princesa"
Una carligochada
Todo empezó hace algo ya más de siete meses. Al principio sientes que no sientes, pero con tu primer salto, tu primera patada todo cambia, empiezas a conectar con una parte de tu cuerpo que antes no estaba allí y que ahora habita la suite principal. Ese pequeño ser que va construyendo su nido con cada ramita que tú le brindas.
Te siento con cada respiración, cierro los ojos e inhalo profundamente. Noto como mi vientre empieza a moverse, como si esa bocanada de oxigeno fuese un interruptor.
Pongo mi mano en mi estómago y empieza a elevarse, lo que creo que es tu cabeza se ha posado bajo mi palma, conectamos aún más.
Por las noches decides hacer de mi vientre tu sala de juegos...saltas, nadas, respiras, tocas y me sientes igual que yo te siento. Cuando me despierto y giro la cabeza veo allí a tu padre, siento que no existe en el mundo nada más hermoso, entonces pienso en ti, en papá y tú compartiendo un sueño. Me recreo en mi mente y comprendo el auténtico significado de la palabra amor. La felicidad está aquí y ahora, no se puede medir, no se puede atrapar, pero brota de mi vientre e invade toda la habitación.
Hay miedos, incertidumbre, pero mi instinto animal me ha estado preparando para este momento desde el momento en que yo fui esa persona que habitaba el vientre de otra Julia.
Ahora que tú formas parte de nosotros me siento más cerca de la inmortalidad, creo que éste es el secreto de la eternidad.
Se despide una carligochi enamorada de vosotros, patatagochi y patagochi. No hay dos sin tres.
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