El lunes a las 12:30 de la mañana abría por primera vez la puerta de mi casa, atrás quedaron los días en la cueva del frío, la incertidumbre de no saber y querer, atrás quedaron los días de imaginar una vida que, en principio, ya me parece mucho mejor.
Pero antes de adentrarnos en las historias de mi nueva casa tengo que decir que ese día en el que había tantas posibilidades sólo quedó una: salir de la cueva e ir a Sliema. Tras dejar parte de mí en el blog la luz decidió irse, así que sola, en la cueva del eco, sin ducharme aún, me tiré una hora sentada en la piscina de Ian, el casero, mirando el cielo y pensando en todo lo posible e imposible. Finalmente decidí que tenía que ducharme a la luz de una vela con olor a vainilla, comer y salir de allí hacía tierras más prosperas donde hubiera gente, luz, y mar, azul y cálido, mar bailando al son de mis pensamientos...a veces turbulento otras calmado y apacible.
A las 15:45 subí en el vintage autobús de color amarillo dirección la Valletta con parada en Sliema. El autobús era de lo más “pintoresco”, cada asiento de un tipo, unos cables de los que tirar para que sonara la campana...un tubo de escape cargado de odio que contaminaba las bonitas casas de los malteses, y todo por 50 centimos, en realidad son 47, pero pocas veces te devuelven el cambio...Puede que leyendo esto penséis que no me gustó, pues me gustó y mucho, tiene su encanto, claro que para alguien que lo usa de vez en cuando, imagino que los que hagan de él su medio habitual no deben estar tan encantados con la experiencia. Yo, de momento, os invito a que viajéis conmigo en uno de estos bonitos autobuses, eso sí, tiene que ser antes del verano ya que parece ser que van a retirarlos....todo sea por un viaje mejor.
Ahora toca volver a la casa de la puerta roja con vistas al mar. Hay tanto que decir que no sé por dónde empezar, pero quizás sea bueno decir que tiene algo mágico que me ha enamorado, su sofá no es el más cómodo, no tengo microondas, por la noche siento frío, pero me da lo que necesito....tanto Mad Men hace que acabe inventando eslóganes, no puedo evitarlo.
Hay varias cosas a destacar de la zona donde vivo, lo primero es que las campanas suenan cada 15 minutos, otras veces parece que son los cuartos que acaban con un estallido de campanas...tolon, tolon; una y otra vez, a veces más fuerte otras más silenciosas, pero siempre están ahí recordándote que el tiempo no se detiene.
Otra de las cosas a tener en cuenta es la tranquilidad que se respira...aquí a las 7:00 de la mañana ya es de día, a las 8:00 las calles ya están en movimiento y algunos comercios abiertos, por el contrario, a las 17:00 empieza a anochecer y a las 18:00 ya está la oscuridad acechando. Si vas a un restaurante a las 19:00 sus mesas estarán ya llenas de gente esperando cenar y a las 21:00 silencio absoluto, no se oye nada, es hora de descansar. También tenéis que tener en cuenta que a las 19:00 cierran la mayoría de los comercios, así que daros prisa si queréis comprar algo antes de ir a casa.
Por el momento creo que esto puede ser un pequeño aperitivo de mi vida en Sliema, pero quedan muchas cosas que contar, todavía está el tema de los gatos, dioses y señores de las calles, de su gastronomía, de mis compras matutinas y de sus costumbres, de un día en la vida de Sergio....pero eso será otro día ya que si hay algo que puedo afirmar para tod@s aquellos que me preguntáis si me aburro o qué voy a hacer...diré que lo que estoy haciendo es vivir y que de momento no tengo tiempo y mis días son cortos con tantas cosas por hacer, así que nos os preocupéis porque es imposible que me aburra y no tengo planes, sólo vivo cada día con ilusión, aprendiendo cosas nuevas y descubriendo muchas más, así que amig@s lo que hago y pienso hacer en los próximos meses es vivir como siempre he querido vivir, sin prisas y con vistas al mar.
Se despide una habitante de Sliema que dentro de poco tendrá su ID para poder demostrarlo ^_^
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